LECTURA DE EL CAPITAL
Libro III




TRANSFORMACIÓN DEL VALOR EN PRECIO

IV. EL TRASFONDO DEL "VALOR" EN EL PRECIO DE PRODUCCIÓN


Tras analizar la función de la tasa ganancia media pasamos a otra figura categoría peso pesado de nuestro santoral marxiano, el precio de producción, Pp. Ya conocemos su concepto, incluso su fórmula, pero falta mucho que decir de esta categoría, esencial para nuestro objetivo. En el fondo se trata del cuerpo del delito, pues en el mismo se encierra el enigma de la transformación. El escenario de nuestro problema está aquí, en la relación de adecuación o desajuste entre el valor y el precio de producción.

Ya hemos dejado claro que, travestida o transfigurada, sigue siendo una figura del valor, su referente próximo o no tanto; ya hemos dejado claro que su diferencia específica no es que se exprese habitualmente en dinero, cosa irrelevante. El “precio” no es precio por expresarse en dinero, ni es precio como lo oro del valor; es precio como otro nombre del valor, pero un nombre nuevo exigido para identificar una metamorfosis del valor; y una metamorfosis nada corriente ni vulgar, pues afecta a la magnitud del valor (el Pp aumenta o disminuye el valor de las mercancías al cambiar su carga de plusvalor en el momento de la redistribución) y afecta a su cualidad, pues el plusvalor que arrastra consigo cambia de cantidad debido a la mediación de la gran asociación del capital, que parece actuar gremial o corporativamente socializando los resultados. Sí, los capitales socializan el valor del plustrabajo no pagado entre ellos, solidariamente. Veamos de qué dispositivos se vale para esta ética de los bienes ajenos.


1. El parentesco irrenunciable entre valores y precios de producción.

Hemos hecho un buen recorrido de la mano de la tasa de ganancia media. Ahora centraremos la mirada en una de sus creaciones, la figura del precio de producción, Pp, que irrumpe en la escena de su mano, por mediación de ella. Marx lo llama a veces Pm, precio de las mercancías, del mismo modo que al valor de producción, Vp, le llama indistintamente valor mercantil o valor de la mercancía, Vm. Esto es irrelevante, pero no lo es que enfatice insistentemente la diferencia entre el Vp y el Pp. Se comprende que esta diferencia deba ser subrayada para no confundir cuándo se habla de valores y cuándo de precios; la m se revela como la mediación entre esos dos dominios, a la vez los separa y los une. Por ella aparece el problema de la transformación, y por ella ha de fluir el puente, la comunicación, la solución del problema de la transformación. Porque el lugar teórico del problema ya lo tenemos identificado, y no es otros que la diferencia entre Vp y Pp.


1.1. Por decirlo de una manera sencilla, aunque Vp y Pp son dos formas de enunciar el “valor” de la mercancía, -de paso enfatizo que el precio es una forma de expresar el valor-, una cosa es calcularlo como Vp = c + v + p, en cuyo caso nos movemos en el mundo del valor (dejemos ahora de lado el problema del Pc), donde el referente concreto es el tiempo de trabajo, tal que todas las variables representan ciertas cantidades del mismo, y otra muy diferente calcularlo como Pp= c + v + gm, donde el referente es tiempo de trabajo “mediado” por la ganancia. Esta mediación no es trivial, pues implica un profundo lavado del aroma de valor, para oler sólo a precio.

Podríamos pensar que si Vp y Pp se diferencian sólo en un factor, teniendo en común c y v, dos expresiones de valor como tiempo de trabajo, el Pp sería un híbrido, con dos partes de valor y una, la gm, de precio. Pero las cosas no son tan fáciles. El problema es que, como sabemos, la suma exige homogeneidad en los sumandos; y ¿cómo sumar dos expresiones de tiempo de trabajo con una heterogénea de ganancia, en realidad con una cantidad puramente abstracta, sin referencia a unidad alguna? Si lo pensamos bien llegamos a la conclusión de que si esa suma tiene sentido es porque gm no es tasa de ganancia media, m (es decir, no es tasa teórica, número, mero tanto por ciento, sino tasa aplicada, calculada, efectiva). Ciertamente, como se suele calcular con base en Ci = 100, donde m y gm tienen el mismo valor absoluto, operativamente son sustituibles pero conforme a la natural exigencia del rigor en el uso de los conceptos, la componente del Pp es siempre gm.

Ciertamente, podemos argumentar que las dos variables Vp y Pp son dos formas de decir el “valor”: el Vp es lo que realmente vale en sí la mercancía, conforme a la teoría del valor-trabajo, y el Pp es lo que vale para sí, es decir, para nosotros (siendo “nosotros” la relación entre los sujetos en competencia, los compradores y vendedores, que fijan la magnitud en el mercado), tal que éste estará siempre oscilando por encima y por debajo de aquél. Pero este modo de expresión hegeliano no es aquí pertinente. Ambos términos son en sí, son determinaciones del capital, no modos distintos de pensarlo. El Vp pertenece a la producción, se genera en ella y aspira -si se me permite la prosopopeya- a ser reconocido en la circulación; en su origen, en su modo de ser, ha sido producido por la teoría en su aislamiento, por tanto, es un resultado abstracto, ajeno a la determinación social. El Pp, en cambio, nace en la circulación, y nace como metamorfosis del Vp, que sale de su aislamiento y se incorpora a la vida social. El Pp es resultado de la determinación del Vp en la redistribución, efecto de la mediación social; surge cuando la teoría piensa el Vp con más concreción, cuando contempla los capitales enfrentados y afectados por la Tg. Por ello podemos decir que es más concreto, que expresa mejor el ser del capital, en definitiva, que mide mejor el valor del producto conforme al concepto. No es un mero “para nosotros”; es el verdadero valor de producción del producto cuando éste aparece socialmente determinado, como veremos.

Lo que trato de enfatizar es que la diferencia entre el Vp y el Pp no debemos enfocarla como si tuvieran dos esencias, uno de valor y el otro de precio; quiero presentar el precio como una nueva figura del valor, como su metamorfosis en la circulación; metamorfosis que no debemos infravalorar, que conlleva efectos radicales, funciones específicas, pero sin dejar de ser figura del valor. En este sentido, quiero dejar claro que la demarcación entre ambos conceptos no pasa por una mera diferencia de expresión, el valor en tiempo de trabajo y el precio en dinero. El referente material de la expresión, el cuerpo, no es determinante. Dada la equivalencia funcional entre cierta cantidad de horas de trabajo y cierta cantidad de dinero, tanto el Vp como el Pp pueden expresarse en ambas unidades. Hemos de dejar de lado ese fetichismo que nos arrastra a considerar que el análisis marxiano para ser marxiano ha de eliminar incluso de la teoría el uso de “dinero” y sustituirlo por el de “valor” o “tiempo de trabajo”. El análisis en término de valor puede hacerse expresando las magnitudes y las relaciones en dinero. Es lamentable que tengamos aún que insistir en estas cosas.

Por tanto, los tres componentes de Pp, (tanto c y v como gm) suelen expresarse habitualmente en dinero, pero los tres del Vp también se pueden expresar en dinero. Por feos, y sólo por eso, pueden relacionarse y compararse Vp, expresión del valor de producción, con Pp, expresión del precio de producción; y por eso, y sólo por eso, hay un problema real, con sentido, entre ambos conceptos. Si no fuera así, no habría problema, como no hay problema de cambio entre dos monedas de países cuyas economías no mantienen ningún contacto. Se expresen en dinero o en tiempo de trabajo, ambos conceptos responden a dos maneras de presentarse el valor, por decirlo groseramente, en la fábrica o en el mercado, en el momento de su producción o en el de la redistribución. Esa es su diferencia, que afecta al concepto de ambos, pues nos plantea la gran cuestión de especificar lo que entendemos al decir que el valor como una “relación social”, pues relación social es en cuando a su origen, su producción y su función, o sea, en cuanto a su primera figura, la figura valor, y relación social es en cuanto a su segunda figura, su figura precio, pues como venimos insistiendo aparece como mediación social. Dejemos la cuestión abierta, pero sin olvidar que debemos resolverla.

Lo importante es mantener los conceptos claros y bien distinguidos. El Vp responde a una teoría directamente fundada en la ontología del valor-trabajo, y las tres variables que lo definen, los tres sumandos, se componen de valor; aparentemente, pues, el Vp tiene pureza de sangre, es una magnitud de valor pura (dejemos aparcada la sospecha del Pc que lleva oculto en sus entrañas). En cambio, el Pp parece responde a otra ley económica, que hace referencia a un comportamiento que podríamos llamar natural, que fundamenta la tendencia a situaciones de equilibrio; sus componentes, pues Pp = c + v + gm, son dos magnitudes de valor y una magnitud de ganancia, que a diferencia de la pureza del plustrabajo que incluye el Vp revela la “contaminación” de su esencia por la socialización de la retribución. Estas distinciones son importantes en la medida en que refieren, mediata o inmediatamente, a formas particulares y diferenciadas del valor que transportan las mercancías. Si se pierde esta referencia, por lejana que sea, que funda los diversos grados de objetividad, la representación deviene otra cosa, la teoría deviene tal vez mero instrumento de intervención.

No carece de sentido decir que Pp es una forma de nombrar el valor travestido o transfigurado en “precio”; pero concreta mejor el concepto decir que ese cambio de figura no es un simple exilio, sino que es el resultado de pasar de un tratamiento aislado de la producción a un tratamiento social de la misma. Para calcular este Pp hay que conocer individualizadamente, unir solidariamente y distribuir equitativamente el plusvalor de los diversos capitales entre ellos. Para ello hay que calcular el plusvalor medio. Ese “plusvalor medio”, que ya no es una figura de la producción sino una forma abstracta de la redistribución, pasa a ser el excedente final virtual de cada capital, o sea, su ganancia virtual neta tras el reparto solidario. En otras palabras, la gm real de la suma de los capitales, de Cg, pasa a ser la tasa de ganancia virtual final de cada uno de ellos; y el Pp es el resultado de añadir al capital inicial la gm. Por eso se calcula como la suma de Pc más la gm, aunque aquí se oculta el secreto del Pc, sobre el que habremos de volver.

m es su ganancia porcentual en condiciones de equilibrio, por eso decimos que es virtual; en concreto esa ganancia media es el destino al que tenderá la de cada capital. En su totalidad o próximo a ella, es la ganancia que se lleva a casa; y no se la lleva porque la haya producido, sino porque así se ha decidido asociadamente, solidariamente entre los socios del capital, en la redistribución. Es su ganancia solidaria, insisto, aunque no se corresponda, aunque se desvíe, en más o en menos, con la que realmente obtuvo, con el plusvalor que el capital individual generó en su aislamiento. No se lleva el valor que ha producido, no se lleva el plusvalor que logró arrancar del plustrabajo, del trabajo no pagado, sino la proporción que le corresponde por su volumen, por el capital que puso en movimiento, en base a la tasa media de las ganancias de los capitales que se confrontan. La ganancia global no funciona como mero agregado o suma, sino como una ganancia colectiva, generada en unión con sus rivales. ¡Qué le vamos a hacer!, también hay solidaridad de la riqueza. Y solidaridad no nacida del amor, sino de la necesidad, del acuerdo en el conflicto.

Como puede verse en la columna de las “desviaciones” del último cuadro, las λ de los distintos capitales individuales son heterogéneas, dependiendo de la estructura de cada capital. Por tanto, las diferencias entre las λ y la m común son diversas. Como las λ tenderán a confluir con m, unas subirán y otras bajarán. O sea, los diversos capitales unos ganan y otros pierden. Es, como hemos dicho, un juego de suma cero: la suma de las desviaciones se anula. Las diferentes de cada capital individual, determinadas por sus respectivas circunstancias, especialmente sus diferentes q y tr, se corrigen y anulan mediante la redistribución del plusvalor confluyendo en una tasa uniforme, cuyo valor coincide con la del Cg, con la tasa de ganancia del capital agregado tomado unitariamente, que es la ganancia media, en nuestro caso el 22% del capital adelantado. Porque, al fin,

“en la misma proporción en la cual se vende una parte de las mercancías por encima de su valor, se vende otra por debajo del mismo. Y sólo su venta a tales precios permite que la tasa de ganancia sea uniforme para I-V, del 22 %, sin tener en cuenta la diferente composición orgánica de los capitales I-V” [1].

Si no queremos caer en el vértigo del subjetivismo, donde el Pv se remite a la “preferencias” contingentes [2], hemos de aportar referencia objetiva a la m, pensándola como una determinación de equilibrio objetiva, identificable a partir de las particulares. Como señala Marx, esta m presupone a su vez “que las tasas de ganancia, tomadas aisladamente en cada esfera particular de la producción, ya estén reducidas a igual número de tasas medias”. Pero ese grado de objetividad no basta, y esas particulares g´= p/Ci de las distintas esferas “deben ser desarrolladas a partir del valor de la mercancía” [3] . O sea, aunque las ganancias puedan ser pensadas como “precios”, y aunque sea útil hacerlo así, y aunque a partir de ellas puedan pensarse los valores como precios, sea como P c , sea como P<p, e incluso sea como el más azaroso Pv, no ha de olvidarse esta máxima: los precios, en cualquiera de sus figuras, deben ser desarrollados a partir del valor de la mercancía. Por lejano que sea el parentesco, por efectivas que hayan sido las sucesivas abstracciones, aunque la genealogía haya introducido la diferencia, la ganancia capitalista siempre arrastra el aroma del plusvalor, aunque sea con otra marca. Si se pierde esa referencia, esos conceptos devienen vacíos, ciegos, sin sentido, mero producto de la subjetividad, de una oferta y demanda incondicionada y abstracta. Aunque el cálculo sea complejo, aunque llegáramos a la persuasión de que las más sofisticadas ecuaciones matemáticas no nos permitirán identificar el Vp, en el interior del Pp>, enmascarado y transgredido por la acción de la ley de la tasa media de ganancia (o de la arbitrariedad presente en los intercambios), no hay razón suficiente, y hay varias en contra, para renunciar a la voluntad de objetividad, que en nuestro caso pasa por mantener la ontología del valor como referente de sentido epistemológico y ético.


1.2. Esta “profesión de fe”, sin duda, no ha de impedir la búsqueda de argumentos y razones. Partamos de una cita en que Marx, definiendo los Pp como suma del costo más el promedio de las diversas tasas de ganancia de las diversas esferas, nos advierte:

“Su supuesto es la existencia de una tasa general de ganancia, y ésta, a su vez, presupone que las tasas de ganancia, tomadas aisladamente en cada esfera particular de la producción, ya estén reducidas a igual número de tasas medias. Estas tasas particulares de ganancia son = pv/Ci [4] en cada esfera de la producción, y tal como ocurriera en la sección primera de este libro, deben ser desarrolladas a partir del valor de la mercancía. Sin ese desarrollo, la tasa general de ganancia (y por ende también el precio de producción de la mercancía) es una idea carente de sentido y absurda. Por lo tanto, el precio de producción de la mercancía es igual a su precio de costo más la ganancia que le ha sido porcentualmente agregada, en correspondencia con la tasa general de ganancia, o es igual a su precio de costo más la ganancia media” [5].

En una lectura superficial parece una corrección severa de la teoría del valor del Libro I, pues allí no se contempla la competencia y la ley de la tasa de ganancia media, o sea, no se contempla la redistribución del plusvalor, esa “función solidaria” del capital que lo reparte alterando para bien o para mal las previsiones de cuenta de resultados de cada capitalista, los resultados brutos de su existencia ideal en un aislamiento abstracto. Ya hemos comentado que contra esta interpretación hay sólidos argumentos a favor de la no existencia de incoherencia o contradicción, y mucho menos de inconsciencia: argumentos que apoyan la consciente aplicación de ese método analítico (abstracto) que va acercándose a pasos a lo concreto pensado. En todo caso, el “problema” hermenéutico existe, y ante el mismo no hay otro camino que el de continuar con su esclarecimiento.

El propio Marx es consciente de la dificultad teórica y de lo que está en juego, como prueba su insistencia. Lo podemos apreciar en la cita anterior en que, como de pasada, nos dice que las particulares con que se elabora la m han de ser elaboradas a su vez como gm. En el fondo nos está advirtiendo de que no sólo es consciente de que los Pc implican la conversión a precio de los valores de los medios de producción y la fuerza de trabajo, sino que sabe lo que ello implica: sabe que el capitalista puede comprarlos por encima o por debajo de su valor, y no por contingencias, sino porque el “verdadero” valor, ese que sale del cálculo de la Tv, se ha borrado de la etiqueta y va a ciegas, por haberse introducido la mediación de la tasa de ganancia en su alcoba. Con lo cual, en la sucesión de los ciclos, el “valor” pierde cada vez más visibilidad y es progresivamente sustituido por los precios de producción. No por los precios de venta, efectos de la subjetividad y la contingencia, sino por los Pp, determinaciones objetivas e inmanentes al proceso de producción del capital.

Pido atención a lo que aquí quiere decir: el problema de la conversión de los valores en precios está enraizado en el hecho de que, en cada ciclo y en la sucesión de los mismos, en las sucesivas transacciones de las mercancías, se pierde el rastro de su V<p debido a la mediación en los mismos de la m, con su ya conocida función de redistribución del plusvalor, con la consecuente suplantación por el Pp. Así, poco a poco y casi imperceptiblemente, se acaba adulterando el Vp sustituido por el Pp. Al menos así parece.

Pero, aunque eso sea así, si queremos mantener el sentido y, sobre todo, si queremos mantener visible lo que tiende a ser ocultado, el factum de la explotación colectiva, si se prefiere, de clase, no debemos abandonar el “referente oculto”, cada vez más afectado de invisible presencia. Podríamos incluso, si no encontramos mejores explicaciones, asumir que el valor no puede ser calculado en su reino, pero que los precios no sólo expresan, sino que calculan el valor por otros procedimientos. Y con ello no apuntamos a la alternativa de Sraffa, que apuesta por la no necesidad de los valores para demostrar la explotación. En su caso, reducida la explotación a sustracción del producto producido por otro, no hay necesidad de expresarlo en valor, puede expresarse en producto, método a su entender más claro y convincente, que nos permite abandonar la sospechosa “metafísica” del valor. Nosotros decimos que sí, que la explotación puede definirse y describirse de maneras muy distintas; que la explotación, en abstracto, sin determinación, no necesita de la teoría del valor, puede explicarse en discursos plurales: pero también decimos que la explotación capitalista, específica y bien determinada, es la que es y exige lo que exige, pues no es una explotación cualquiera, sino una forma propia de explotación, que se hace mediante la sustracción de plustrabajo, mediante tiempo de trabajo no pagado; esta explotación requiere irremediablemente la teoría del valor, y sin su concepto se tira al niño con el agua de la bañera. Insisto, no se trata de la explotación como significante vacío, en el que cada cual introduzca sus fantasmas y sus monstruos; se trata de la explotación capitalista, con nombre, apellidos, nacionalidad, lengua y religión… propias.

Para situar bien el problema e integrarlo en la lectura que venimos haciendo de El Capital se nos permitirá hacer un rodeo. Situémonos en nuestros añorados ciclos del capital, en aquellas descripciones abundantes en metáforas, símiles, metonimias y prosopopeyas con las cuales tratábamos de construir un paisaje coloreado soportable del juego del capital en su infinita sed de plusvalor. Recordemos por ejemplo el ciclo del producto, P´ – M´- D´- M (=Mp + Fp) – P. El producto, las mercancías producidas, cargadas con el valor de los medios consumidos, Mp + Fp, que ahora Marx llama Pc, más el plusvalor creado ex novo como trabajo no pagado, que en conjunto Marx llama valor de producción, Vp = Mp + Fp + p = Pc + p ..., todo ese cargamento sale de la fábrica. Ese es el tren del valor, donde las mercancías llevan en sus entrañas escrito en tinta indeleble su valor real de producción, y que aspira a que sea reconocido y obtener en el intercambio un valor igual, ni más ni menos. Esa es la ley de la Tv, como bien sabemos.

Ese Vp viaja en de la fábrica al mercado y se traspasa a al llegar a éste. No se aprecia ningún cambio, al menos el capitalista no ha percibido indicación alguna. Y, aparentemente, tampoco pasa nada cuando se vende y el valor pasa a dinero, M´- D´. Todo normal, sin novedad. El capitalista recoge su dinero y, como no necesita nada para sobrevivir, no separa nada del plusvalor que cargaba, sino que reinvierte todo en un nuevo ciclo, en modo reproducción ampliada. Para ello compra nuevas mercancías en forma de medios de producción Mp y fuerzas productivas, Fp, o sea paga el precio de costo Pc de los factores de la producción, y vuelta a empezar. El capitalista duerme tranquilo, ha vendido su producto conforme a la ley del valor y ha comprado sus reposiciones conforme a la misma ley. Vive la paz del capitalismo, que garantiza su reproducción con el plustrabajo y sólo con el plustrabajo, al que tiene bien controlado y en el que centra sus esfuerzos.

Pero el capital es fascinante, siempre nos sorprende; travesti por naturaleza, gusta de aparecer en nuevas formas. Ese circuito multicolor que considerábamos definitivo a fuerza de recorrerlo y recorrerlo, ahora se nos revela con nuevas sorpresas; dejamos muchas cosas en sus oscuros rincones, dejamos invisibles muchos de sus modos de ser. Port eso ahora recupera Marx su inacabado relato y nos dice que el viaje del capital en sus ciclos, narrado en el Libro I, es un poco infantil, es como esas versiones de El Quijote para niños, que mediante abstracciones selectivas nos han ocultado detalles exquisitos del caballero y su escudero. Se han silenciado detalles para no complicar la vida a los capitalistas, que trabajo tienen para tener bien atada la producción en fábrica del plusvalor como para enredarse en nuevas batallas entre ellos.

Marx nos viene a decir que hemos de poner luz más intensa y ver las formas que nos hemos dejado en las penumbras de los rincones del circuito. Especialmente, nos dice, hemos de abrir los ojos en un momento del recorrido. El viaje de P iba bien, dentro de la ley del valor, hasta que vendió ; en el paso M´- D´ se produjo una anomalía, no se vendió por su valor, por su Vp. Una anomalía terrible, ilegal y clandestina. Allí ocurrió una insólita interferencia. No, no fue algo accidental o contingente, una contaminación del exterior; hemos de recordar que estamos en un supuesto mercantil ideal, de equilibrio, en el que todo funciona como ha de funcionar, sin que valgan las destrezas y habilidades personales ni los factores de azar, fortuna o suerte. La anomalía es fruto una interferencia “oficial”, conocida, sabida, o al menos que debía ser conocida y sabida, pues es también la ley, la ley del capital; éste nos había ocultado que tenía dos leyes, servía a dos principios, entre sí presuntamente contradictorios.

Esa nueva ley que ahora aparece e interviene en su función reguladora dice que en esos cambios M´- D´, como en los de D´-M (Mp + Fp), en las compraventas en general, los capitales han de ejercer la acción solidaria mediante la cual se realiza la justicia en el reino del capital. No es llegar allí e intercambiar cada uno a su aire, no; hasta en el muy liberal capitalismo -tal vez por muy liberal, pues si no es así, mediante ley, no asume un límite- hay que dar al César lo que es del César. Y el César del capital, encargado de la paz y pujanza de su reino, exige como condición sine qua non de sobrevivencia y crecimiento que se aplique a todo el mundo, a todos los socios, la ley que impone la Tg. ¿Qué le vamos a hacer? Si el mundo físico tiene su ley de gravitación universal el mundo económico capitalista tiene la suya, la que impone la tasa de ganancia media como justa, garantía del equilibrio y exigida en nombre de la situación de equilibrio. Y es una leí con aroma democrático, pues no viene del exterior, no se funda en la transcendencia: al igual que la gravitación universal, que afecta a las cosas materiales, es producida por las masas de estas cosas, así la tendencia de las ganancias a confluir en la tasa de ganancia media procede de la inmanencia, es resultado de la fuerza de los capitales por apropiarse del plusvalor.

Como digo, la Tg aparece en un momento y lugar del circuito. El capitalista que vio salir de su fábrica el producto P cargado de valor, Vp = Pc + p, piensa que siguió la pista al Vp de sus mercancías hasta el momento M´-D´; cree que ese valor ahora lo tiene en el bolsillo en forma de . No ha percibido la incidencia, no ha capotado la anomalía, sigue creyendo que todo sigue igual, que el capital pasa de figura en figura conforme a la ley del valor. Ignora que, en realidad, va a ciegas. Con compra los elementos productivos, Mp + Ft, y cree ingenuamente que los compra también por su valor, o sea que el Vp de sus mercancías le regresan en forma de medios de producción y fuerza de trabajo, con lo que su capital productivo se ha ampliado en el plusvalor que salió de su fábrica. No percibe la interferencia de la ley de la tasa de ganancia media; no se da cuenta que el Vp se ha contaminado, se ha transfigurado y ha cambiado su magnitud, travestido en Pp. No es consciente de que va a ciegas, cada vez en más intensa obscuridad, en la que se hunde más y más a cada transacción comercial de su capital. Porque eso de calcular por capitales, ramos o esferas, hallar m, las famosas desviaciones, las exóticas λ, los efectos de las de los otros en su …. Too much! Prefiere encerrarse en su inquietud y dejarse llevar por su instinto; y tal vez esa sea la forma única de sobrevivencia, lo que no niega que las leyes del capital, férreas como las leyes de la naturaleza, sigan vigentes, activas, obligando a todos, sometiendo a todos, conscientemente o no.

Por tanto, en el mercado el Vp se difumina y se pierde sustituido por un invisible Pp que parece imponer su ley, como si Vp no existiera. Pero existe, vaya si existe, aunque sea enmascarado y resistente; está subsumido, pero no negado. Existe bajo las sucesivas comisiones, interferido y modificado en cada transacción mercantil, en cada cambio de figura del capital, pero resistiendo como un límite flexible pero irreductible. El Pp no puede prescindir de él, como el capital no puede prescindir del trabajo, aunque lo someta incansablemente a su voluntad.

Un buen día el capitalista, al empezar un nuevo ciclo y comprar los elementos de la producción, ya sabe que su costo, el Pc, no responde a su valor, al Vp de los mismos en el proceso de capital que los elaboró; sabe que ha pasado algo, que el Vp de sus mercancías regresa afectado en su magnitud, en más o en menos; pero no sabe calcular la diferencia. Como digo, va a ciegas, no puede calcular los efectos, positivos o negativos, que su capital ha sufrido en las sucesivas interferencias de la Tg. No le importa hablar de Pp en lugar de Vp; al contrario, le suena mejor lo de “precios”, le resulta más familiar. Pero no sabe si su capital crece o decrece tras las incidencias de cada ciclo. Ni sabe ni puede saberlo, pues es tan complicado que renuncia al cálculo. Le han dicho que el valor de su producción se ha visto afectado, en su recorrido por el ciclo del capital, por las tasas de ganancia de los otros capitales, sean o no del ramo; por el juego de las m de los capitales del ramo, de la esfera, del país… Demasiado complicado. Añora aquellos días en que sabía, o creía, que su sobrevivencia y su éxito dependía de su fábrica, y no de las demás. Era más justo aquel tiempo en que las mercancías se cambiaban por su valores y punto.

Ya iremos desmadejando el ovillo. De momento esta nueva toma de contacto con nuestro ciclo del capital nos deja ver que el Vp y el Pp parecen pertenecer y tener presencia en lugares diferenciados del circuito. Y en tanto el Pp resulta de la intervención transformadora de la m, canon del reparto del plusvalor entre los capitales, sobre el Vp, parece que la Tg se impone y desplaza o subordina a la Tv. Las mercancías, según parece, no se venden por su valor; pero tampoco conforme al inestable resultado de la relación entre una demanda subjetiva y una oferta contingente; las mercancías se intercambian conforme a la Tg, a la ley de la tasa de ganancia media. No, el Vp no desaparece, pues está indirectamente presente en la concreción de esa ley, ya que las desviaciones que determinan el reparto distributivo son la diferencia λ = g´- g´m, y en ambas variables, aunque con mediaciones, está activo el p. Pero no es lo mismo ser el canon que un lejano y muy mediado límite del mismo. Pues, como ya hemos dicho, la m es familia del valor, pero pariente lejano.

Un último comentario para cerrar este apartado. La irrupción de Tg en la vida del capital pone de relieve que, al final, el plusvalor apropiado por, los capitales individuales se convierten en plusvalor abstracto que se reparte entre los mismos según determinaciones internas de la composición del capital y otras variables. De este hecho se desprende que la explotación, que hasta ahora se había descrito fundamentalmente como interna a un proceso de producción particular, universalizable por expansión a todos los capitales, ahora cambia de figura: se revela como explotación colectiva, de clase. Ese papel de la m en el juego entre Vp y Pp nos revela que los sujetos en el capitalismo son las clases sociales; los sujetos individuales son ficciones útiles.


2. Los efectos solidarios de la tasa de ganancia.

Volveremos sobre este punto, pero de momento veamos algunos desarrollos de la ley de la tasa general de ganancia media que acentúan aún más el problema del valor en la acumulación del capital por su determinación del Pp. Leamos el siguiente largo pasaje del Libro III que reproducimos en la siguiente cita, donde se pone de relieve la importancia de la m a través de la insistencia en su análisis y en la minuciosa la valoración de los efectos de sus movimientos:

“A causa de la diferente composición orgánica de los capitales invertidos en diferentes ramos de la producción, y como consecuencia de la circunstancia de que, según el diferente porcentaje que tiene la parte variable en un capital global de magnitud dada, capitales de igual magnitud ponen en movimiento cantidades muy diferentes de trabajo, también se apropian de cantidades muy diferentes de plustrabajo o producen masas muy diferentes de plusvalor. En consecuencia, las tasas de ganancia que imperan en los diversos ramos de la producción son originariamente muy diferentes. Esas diferentes tasas de ganancia resultan niveladas por la competencia en una tasa general de ganancia, que constituye el promedio de todas esas diferentes tasas de ganancia. La ganancia que, con arreglo a esta tasa general de ganancia, corresponde a un capital de magnitud dada, cualquiera que sea su composición orgánica, se denomina la ganancia media. El precio de una mercancía, que es igual a su precio de costo más la parte de la ganancia media anual que le corresponde, según la relación de sus condiciones de rotación, sobre el capital empleado para producirla (no sólo sobre el capital consumido para producirla), es su precio de producción” [6].

Como vemos, Marx vuelve a subrayar que la tasa de ganancia está estrechamente relacionada con la q, pues de su componente v depende en gran medida el valor de p, del cual depende m . Y también insiste en que, en las distintas esferas, en las que reina la diversidad de q, y por tanto las diferencias entre sus particulares, estas diferencias “tienden a ser niveladas por la competencia en una tasa general de ganancia”, que promedia las mismas. La tasa media resultante que corresponderá a cada capital, ahora ajena a su q -insisto, ya no cuanta q, esto no es producción de valor sino redistribución del mismo- determina el Pp, que siempre es Pc + gm. O sea, concentremos la atención en la última frase: el precio de producción de la mercancía es igual a su precio de costo “más la parte de la ganancia media anual que le corresponde”; y especifica que esa ganancia media ha de referenciarse, por un lado, a un tiempo anual, condición que reconoce la presencia del tr, y por otro, “al capital empleado para producirla”, perfectamente diferenciado del “capital consumido para producirla”.

El pasaje enfatiza el efecto redistributivo de la ley de la tasa media de ganancia. Pongamos un ejemplo que visualice fácilmente las relaciones en un cuadro. Partamos de cinco capitales iguales, Ci = 100, con composición 80c + 20v. Supongamos en todos un tr = 10 años y un = 100%.


[CUADRO IX. CAPITALES DE DIFERENTE MAGNITUD Y COMPOSICIÓN]
Ci c v p’% p = g tr Cc Pc g’% Vp Pp
C1 100 80 20 100 20 10 8 28 20 48 48
C2 100 80 20 100 20 10 8 28 20 48 48
C3 100 80 20 100 20 10 8 28 20 48 48
C4 100 80 20 100 20 10 8 28 20 48 48
C1-4 400 320 80 100 80 10 32 112 20 192 192
Total C1-4 400 320 80 100 80 10 32 112 20 192 192

En el cuadro podemos visualizar que la total igualdad de los capitales hace que g´ = g´m = 20%. El precio de costo de cada capital, Pc = c/tr + v =10 + 20 = 28; y del Cg: Pcg = 32 + 80 = 112. En cada capital, el Pp= Pc+ gm= 28 + 20 = 48; y el Vp = Pc + p = 28 + 20 = 48. Son iguales Pp y Vp porque en todos los capitales individuales p = gm. En cuanto al capital global, sus Pp y Vp son también iguales a 192. Como era de esperar.

Cuando en todos los capitales, ramas y esferas se dieran las mismas condiciones, cada capitalista se llevaría “lo suyo”, un plusvalor conforme a la tasa de ganancia propia de su capital que, en este supuesto, es idéntica en todos los capitales. Vendería sus mercancías “por su valor”, siendo Vp = Pp; dado que no hay efecto alguno de competencia, la ley del valor no se ve alterada por la tasa de ganancia. Ahora bien, cuando no es así, por no ser homogéneas las condiciones de producción de cada capital -y no suelen serlo, especialmente las respectivas q y tr-, habrá distintas y éstas serán distintas a la m; también habrá competencia y, por ende, redistribución y “solidaridad”. En este caso, el más normal enlace realidad, los capitalistas no rescatan “su plusvalor” tras la puesta en común, es decir, tras pasar por la redistribución que impone la competencia, sino sólo una parte del mismo, la correspondiente al reparto solidario. La magnitud de su parte de plusvalor, muy determinada por su q particular, quedará establecida por la diferencia entre su g' y la tasa de ganancia media g'm. Dice Marx al respecto:

“Pese a que por ello los capitalistas de las diversas esferas de la producción, al vender sus mercancías, retiran los valores de capital consumidos en la producción de esas mercancías, no rescatan el plusvalor, y por ende la ganancia, producida en su propia esfera durante la producción de esas mercancías, sino sólo la cantidad de plusvalor, y por ende de ganancia, que corresponde a cada parte alícuota del capital global por distribución uniforme del plusvalor global o de la ganancia global producida en un lapso dado por el capital global de la sociedad en el conjunto de todas las esferas de la producción” [7] .

Es decir, en el momento solidario de puesta en común y reparto redistributivo, retiran el valor que invirtieron, el Pc, pero no el plusvalor que produjeron, sino la parte alícuota del plusvalor global, de la ganancia conjunta, en función del monto de su capital invertido. Por eso Marx dice que los diversos capitalistas se comportan como buenos socios, como “meros accionistas de una sociedad por acciones”; las ganancias se reparten equitativamente, con “envidiable solidaridad”. Y este equilibrio solidario, que no es resultado del amor ni de la consciencia ética, sino de la lucha, es una determinación de la diferencia en las estrategias usadas por cada capital, en el acierto en las armas elegidas, en concreto, en el reparto y el comportamiento de las dos partes que componen el Pp, a saber, el Pc y la m, ambas ligadas a su q, que se comportan como su coraza y su espada. Como diría Maquiavelli, “mitad fortuna y mitad virtù”, mitad estrategia propia y mitad condiciones exteriores de las esferas:

“Por lo tanto, mientras que esta parte del precio de la mercancía, que repone las partes de valor del capital consumidas en la producción mercantil, y con la cual, por consiguiente, deben readquirirse estos valores de capital consumidos; mientras que esta parte, el precio de costo, depende por completo del desembolso efectuado dentro de las respectivas esferas de la producción, el otro componente del precio de la mercancía, la ganancia agregada a este precio de costo, no depende de la masa de ganancia producida por ese capital determinado en esa esfera determinada de la producción durante un tiempo dado, sino según la masa de ganancia que corresponde a cada capital empleado, como parte alícuota del capital social global empleado en la producción global, en promedio, durante un lapso dado” [8].

Esa es la cuestión: el Pc de la mercancía es particular a cada capital, a cada proceso, y ha de regresar de la batalla so pena de muerte; pero la ganancia agregada a ese Pc para formar el Pp no es particular, se decide en la batalla, es una determinación del mercado, no la maneja libremente el capitalista individual. Al contrario, está sometido a ella, a ese efecto conjunto de la disputa, pues el Pp -y no ya el Vp, y aquí hay una diferencia sustantiva entre ambos- se establece como referente de intercambio.

Efectivamente, si vende su mercancía conforme a su Pp, el valor en forma de dinero que el capitalista retira es el que invirtió y consumió en la producción; y su ganancia es en este caso proporcional al capital adelantado ya que éste deviene en la competitividad mera parte alícuota del capital global. Los precios de costo de cada capital son específicos, dependen de las condiciones de cada rama; pero la ganancia agregada es independiente de las peculiaridades de esa rama o esfera, es simple promedio del capital total (global) adelantado. Y aunque el Vp puede ser mayor o menor que el Pp, según la particular de ese capital, no puede guiarse por su , aunque fuera positiva, pues su reproducción le exige acumular la m.

Para comprenderlo basta imaginar varios capitales que pertenecieran a una misma persona. Este capitalista sabe que en cada empresa se da un Pc diferente, y por tanto con particulares diferentes. Mientras la ganancia media de los mismos se acerque a la m del sector, estará tranquilo; pero aun así, y sobre todo si no es así, intentará redistribuir su inversión desplazando capital hacia la que tenga más elevado.

La formación de la m no es una contingencia, sino una determinación de la inevitable competencia de los capitales por su propia valorización; es algo así como la tendencia natural del hombre a abandonar su estado de naturaleza: el “Estado” representaría en ese símil político la imposición de la “ganancia media” universal e igualadora de los socios

Un último comentario para destacar un aspecto que puede haber pasado inadvertido. Siempre planteamos la redistribución como una lucha entre los capitales individuales por repartirse el plusvalor global. Ahora bien, se trata de una lucha realmente extraña, pues la batalla está decidida de antemano; y se decide en otro lugar y momento, fuera de la circulación y del mercado; se decide en la producción de todos y cada uno de los capitales, en sus resultados productivos. Aunque la redistribución expresa la lucha por sustituir su ganancia propia por la ganancia media m, los valores de ambas tasas de ganancia se deciden en la producción; la lucha por el plusvalor entre los capitalistas se da, curiosamente, en la lucha de cada capitalista con el trabajo. Es como si en la producción se decidieran las credenciales y avales que cada uno hará valer ante el insobornable tribunal de la redistribución definitiva.

Claro está, cerrada y fijada ésta, la lucha parece perder el sentido, pues se sabe de antemano quien gana y quien pierde, incluso cuanto gana o pierde cada uno; es cuestión de las λ de cada uno. Y estas λ se han fijado en la batalla de cada capital con los demás por optimizar y destacar en la producción de plusvalor propio. Los capitales con λ negativa, con g' mayor que g'm, nada pueden hacer; en el reparto cederán plusvalor producido por ellos; los de λ positiva, con menor , saldrán beneficiados y contentos. Pero ¿tiene sentido la batalla entre capitales o es ilusoria?

Sí, lo tiene y mucho, pero es una batalla que no se da sólo en el mercado como, por ejemplo, la batalla por el establecimiento del salario o de la jornada, donde en parte se juega y p, y por tanto la particular. En el mercado se realiza, se sanciona, pero la lucha ha tenido lugar oculta en la producción. Efectivamente, como hemos visto, el reparto final viene inmediatamente determinado por la λ de cada capital; pero estas λ expresan la diferencia λ = m - g´. Respecto a m, poca actuación inmediata puede tener cada capital, aunque sus particulares sean componentes de la misma; pero sí pueden actuar, y lo hacen, sobre su propia , ya que ésta, como sabemos, depende poderosamente de q, de tr y de . Si aceptamos que en las mismas esferas la actuación sobre y sobre tr es limitada, tenemos que la batalla se libra en q, en la composición del capital.

Es ahí, en la composición del capital, en el reparto de la inversión entre c y v, donde se concentra la artillería aérea en la batalla por la ganancia. Lo curioso es que, de forma inmediata, para dos Ci iguales en volumen y de igual y tr, cuanto más crezca v más decrece q y más p se crea, pues p = p´v; y más g, y más . Pero entonces, a la hora de la redistribución, será mayor que λ, y habrá que repartirlo y ceder la cuota de la solidaridad. En cambio, quien opte por tecnologizar, sustituir la fuerza de trabajo por los robos informatizados, en definitiva, por hacer crecer c a costa de v, su q crecerá mucho, pero su plusvalor se resentirá. Claro, no importa, porque en la redistribución se beneficiará. Al fin, idealmente saldrá con la misma tasa de ganancia. Y con la ilusión de haber producido más masa de mercancías, que al fin es un beneficio social. Echa fuera fuerza de trabajo y produce más bienes y riqueza sociales.


3. Génesis del cuadro global.

Para resumir lo dicho y cerrar esta sesión intentaremos elaborar un último cuadro, pero en este caso lo haremos de manera progresiva, paso a paso, para ir viendo los cambios de manera coherente. El cuadro acabado aparecerá al final, obviamente, pues será resultado de la reflexión; pero como en un texto escrito el final ha de estar presente como idea desde el principio, cual “introducción” en el comienzo de la lectura, lo anticiparemos y nos serviremos de él para saber en qué dirección caminamos cada vez que añadimos una fila nueva. En definitiva, que anticipamos el resultado como orientación de la argumentación, pero con el rugo de que no nos quedemos aquí, en el final imaginario, que sigamos su génesis, que olvidemos esta presencia excepto cuando necesitemos su guía.


[CUADRO X. RESUMEN]
Ci c v q p’% p g’% g’m% tr cc Pc Vp Pp Λ
C1 100 80 20 4,00 100 20 20 22 1 80 100 120 122 +2
C2 100 70 30 2,33 100 30 30 22 2 35 65 95 87 -8
C3 100 60 40 1,50 100 40 40 22 2 30 70 110 92 -18
C4 100 85 15 5,60 100 15 15 22 5 17 32 47 54 +7
C5 100 95 5 19,00 100 5 5 22 10 9,5 14,5 19,5 36,5 0
Cg 500 390 110 3,54 100 110 22 22 1 171,5 281,5 391,5 391,5 0
Cg 100 78 22 3,54 100 22 22 22 1 34,3 56,3 78,3 78,3 0

Conforme al método genealógico comprometido, imaginemos un cuadro elemental de un solo capital. Sería un cuadro muy sencillo, de un solo capital individual; por tanto, en el que la estructura de C1 y de Cg son iguales:


[CUADRO XI. UN CAPITAL]
Ci c v q p’% p g’% g’m% tr cc Pc Vp Pp Λ
C1 100 80 20 4,00 100 20 20 20 1 80 100 120 120 0
Cg 100 80 20 4,00 100 20 20 20 1 80 100 120 120 0

Hay poco que decir. Destaquemos la curiosidad de la m. Al tratarse de un solo capital podríamos pensar que carece de sentido hacerla constatar: cierto, pero lo mismo podríamos decir de λ. Aparecen para que veamos como se mueven sus valores con la inclusión de sucesivos capitales. En todo caso, ya lo sabemos, es matemáticamente correcto. Como es correcto para un sólo capital, y también cuando son varios capitales, pero todos ellos iguales, definir la m = ∑g´1-n /n, sumatorio de las tasas de ganancia de cada capital entre el número de ellos; y en todos estos casos a los capitales individuales les corresponde unas m = g´.

Incluyamos un nuevo capital, C2, con todas las variables iguales a las de C1, es decir, con la misma estructura. Su representación será:


[CUADRO XII. DOS CAPITALES]
Ci c v q p’% p g’% g’m% tr cc Pc Vp Pp Λ
C1 100 80 20 4,00 100 20 20 20 1 80 100 120 120 0
C2 100 80 20 4,00 100 20 20 20 1 80 100 120 120 0
C1-2 200 160 40 4,00 100 40 20 20 1 200 200 240 240 0
Cg 100 80 20 4,00 100 20 20 20 1 100 100 120 120 0

En el cuadro se ve que las estructuras de C1 y C2 son iguales, pero también son exactamente iguales a la de Cg; homogeneidad total entre sí y con el global. La m, que ahora sí es media de dos capitales, coincide con la de los mismos; las λ = 0. En definitiva, el capital global, considerado porcentualmente, formalmente es idéntico a los capitales individuales.

Para no aburrirnos, introduzcamos en el siguiente cuadro una pequeña variación, de la mano de un nuevo capital, el C3, añadido en una nueva fila del cuadro, pues este capital tiene q diferente a los anteriores.


[CUADRO XIII. TRES CAPITALES]
Ci c v q p’% p g’% g’m% tr cc Pc Vp Pp Λ
C1 100 80 20 4,00 100 20 20 26,66 1 80 100 120 126,66 6,7
C2 100 80 20 4,00 100 20 20 26,66 1 80 100 120 126,66 6,7
C3 100 60 40 1,50 100 40 40 26,22 1 60 100 140 126,66 -13,4
C1-3 300 220 80 2,75 100 80 26,66 80 1 220 300 380 380 0
Cg 100 73,33 26,66 2,75 100 26,66 26,66 26,66 1 73,33 100 126,66 126,66 0

Vemos que en realidad C3 no implica un pequeño cambio, pues hemos variado considerablemente su q, que de q = 4 ha pasado a q = 1,5, al pasar v de 20 a 40 y c de 80 a 60. Ya lo sabíamos la composición de capital afecta mucho a todas las variables del capital que tienen que ver con la ganancia. Al repartir el Ci primando mucho el variable, parte que se invierte en fuerza de trabajo, hemos “descapitalizado” el capital, disminuido el fijo. Los efectos inmediatos son evidentes. El C3, siendo un capital de igual volumen que los anteriores, genera el mismo valor que los dos juntos. Resultado: aumenta considerablemente el Vp del global. Su p = 40 es bien recibido, y su buena tasa de ganancia, = 40%, doble que la de C1 y C2, no sólo le beneficia a él, sino que hace subir la media, la m, de 20% a 26,66%. Y esta subida también beneficiará por igual a los otros dos capitales.

Claro, si miramos los Vp comprobamos que, de entrada, el que parece beneficiarse es sólo C3, pues los otros dos no varían. Pero, como ya sabemos, el Vp acaba siendo poco efectivo para el bolsillo del capitalista; quien decide el beneficio final es el Pp. Y, si es así, vemos que los tres precios de producción son iguales, Pp = 126,66. Esto es lo enigmático, que por irrupción de C3 se mueven las variables de los otros, y en especial el Pp. Y donde mejor se expresa es en lo que hemos llamado desviaciones, las λ. Comprobamos que C1 y C2 se han desviado positivamente, +6,7, mientras C3 se ha desviado negativamente, -13, 34. ¿Qué significa esto? Significa ni más ni menos que, en la redistribución, los dos capitales mejorarán su ganancia, recibiendo un plus solidario de 6,7% de la inversión, mientras el tercer capital, el más productivo en cuanto a valor, bajará su ganancia en un 13,34%, exactamente la suma que pasa a los capitales menos productivos. Sorprendentemente el capital hace cumplir fielmente la norma moral “de cada uno según sus posibilidades…”. Claro, el Cg no se entera, pues unos pierden y otros ganan, todo queda en casa.

No nos quedemos en los aspectos “éticos” de la redistribución; a Marx le importaba tanto o más los aspectos ontológicos. Pensemos en el cuadro XII, totalmente pacificado, estable, en que cada capital se soñaba autosuficiente, definido por sus determinaciones fijas, propias, casi esenciales. Y pensemos ahora en su despertar convulsionado, en que sin comerlo ni beberlo su estructura se ha alterado profundamente, sus variables se han movido, revelando que su ser es un constante devenir, su esencia es constante producción, su substancia se mueve entre relaciones convulsivas, entre contraposiciones, subsumida en una forma que impone el modo de ser y los cambios en ese modo de ser; que impone su hegemonía o su dominación de forma inmediata para salvar la totalidad, y de forma mediata para garantizar a cada uno su espacio de sobrevivencia. Claro que los efectos prácticos de esta dialéctica entre los capitales son los que más agitan nuestra consciencia; pero deberíamos prestar atención a los otros, a los que nos ayudan a comprender el ser del capital, sin lo cual nos condenamos a vivir en la indigencia de la sorpresa.

Bien, demos un paso más, demos entrada a un cuarto capital. En este caso, y para concretar sus efectos, C4 será igual a C3 excepto en una determinación, el tiempo de rotación, que en este caso le asignaremos dos años.


[CUADRO XIV. CUATRO CAPITALES]
Ci c v q p’% p g’% g’m% tr cc Pc Vp Pp Λ
C1 100 80 20 4,00 100 20 20 30 1 80 100 120 130 10
C2 100 80 20 4,00 100 20 20 30 1 80 100 120 130 10
C3 100 60 40 1,50 100 40 40 30 1 60 100 140 130 -10
C4 100 60 40 1,50 100 40 40 30 2 30 70 110 100 -10
C1-4 400 280 120 2,33 100 120 30 30 1 250 370 490 490 0
Cg 100 70 30 2,33 100 30 30 30 1 62,5 92,50 122,50 122,50 0

Como vemos, dado que C4 es igual de productivo que C3, por su q con excelente proporción de v, acentúa la tendencia del cuatro anterior: crece la m y los otros capitales suben en su Vp y su Pp. Ahora las desviaciones positivas, aún mayores, de C1 y C2 son compensadas conjuntamente por las negativas de C3 y C4. Pero fijémonos en el comportamiento de estos dos últimos. Todas sus variables de la izquierda de la tabla son idénticas hasta la columna de los tr, la variante que hemos introducido. A partir de ahí, todo son diferencias entre ellos. El cambio del tr de 1 a 2 tiene como efecto inmediato un cc desigual entre ellos, pues pasa de 60 a 30; a doble tiempo mitad de cesión de valor, pues se reparte en dos años. Claro, como las demás variables dependen de cc, (Pc = cc + v; Vp = Pc + p y Pp = Pc + g´m), todas se ven afectadas. Todas bajan considerablemente. Y las desviaciones se corrigen, beneficiando de nuevo a los tres capitales anteriores. Es lógico, si el capital que entra es más productivo, es decir, más rico en capital variable, todos salen beneficiados, pues el Cg es más productivo.

Demos un paso más, esta vez con un quinto capital, C5, con una estructura idéntica a la de los capitales C3 y C4 excepto en el volumen inicial, que hemos multiplicado por 10. O sea, que el capital C5 = 1000 es diez veces superior a los capitales C3 y C4. El siguiente cuadro XV recoge y nos muestra los efectos de esta variación:


[CUADRO XV. CINCO CAPITALES]
Ci c v q p’% p g’% g’m% tr cc Pc Vp Pp Λ
C1 100 80 20 4,00 100 20 20 37,5 1 80 100 120 130 +17,15
C2 100 80 20 4,00 100 20 20 37,15 1 80 100 120 130 +17,15
C3 100 60 40 1,50 100 40 40 37,15 1 60 100 140 130 -2,85
C4 100 60 40 1,50 100 40 40 37,15 2 30 70 110 100 -2,85
C5 1.000 600 400 1,50 100 400 40 37,15 2 300 700 1.100 1.071,5 -28,5
C1-5 1.400 880 520 1,70 100 520 37,15 37,15 1 550 1.070 1.590 1.590 0
Cg 100 62,9 37,1 1,70 100 37,1 37,15 37,15 1 62,9 92,50 129,6 129,6 0

Vemos que el efecto más determinante ha sido el incremento de m, que ha pasado de 30 a 37,15. Eso ha afectado a los Pp y las λ, como puede apreciarse. Es normal, pues se trata de un capital con gran potencial de creación de plusvalor, al ser v = 40, y dado su enorme volumen inicial ha potenciado al resto. Por lo demás, las variaciones son semejantes a las vistas anteriormente.

Por último, añadamos un capital más, tal como nos muestra el cuadro XVI:


[CUADRO XVI. SEIS CAPITALES]
Ci c v q p’% p g’% g’m% tr cc Pc Vp Pp Λ
C1 100 80 20 4,00 100 20 20 30 1 80 100 120 130 +10
C2 100 80 20 4,00 100 20 20 30 1 80 100 120 130 +10
C3 100 60 40 1,50 100 40 40 30 1 60 100 140 130 -10
C4 100 60 40 1,50 100 40 40 30 2 30 70 110 100 -10
C5 1.000 600 400 1,50 100 400 40 30 2 300 700 1.100 1.000 -10
C6 1.000 600 400 1,50 50 200 20 30 1 600 1.000 1.200 1.300 +10
C1-6 2.400 1.480 920 1,60 78,2 720 30 30 1 1.150 2.070 2.790 2.790 0
Cg 100 61,7 38,3 1,60 78,2 30 30 30 1 61,7 86,25 116,25 116,25 0

Puede observarse que el nuevo capital es muy potente en su valor inicial y en su q, pero con una tasa baja; de este modo queda resaltado el efecto de la variación de la tasa de plusvalor, que casi siempre hemos venido considerando fija.

Como puede apreciarse, el C6 tiene una tasa de plusvalor muy baja, del 50% (o sea, p´= te/tn = ½, lo que quiere decir que el tiempo de plustrabajo es la mitad del necesario para producir el valor del salario, a diferencia de los casos anteriores, en los que al ser p´= 1 tenían ambos tiempos el mismo valor). En consecuencia, produce un p igual a la mitad del que produce C5. Esta baja productividad de plusvalor afecta a su , nada menos que la mitad de la que tiene C5.Y también afecta sensiblemente a la m, que baja de 37,15 a 30 por ciento. Los Pc y Vp de los individuales no se alteran, pues no les afecta la m; en cambio varían sus Pp. Nótese cómo sin comerlo ni beberlo todos los capitales se ven negativamente afectados. Los dos primeros bajan su λ positivo, menor premio en la redistribución. Sólo el C5 parece beneficiado, ya que su desviación ha disminuido de un 28,5% a un 10%, más tolerable. Claro está, el último añadido, el C6, causante de esta debacle interna por su fuerte capital inicial y su bajísima , sale beneficiado, pues la redistribución le premiará con una ganancia del 10% en el reparto del plusvalor. Es la justicia del capital, que nunca abandona a los suyos.

Veamos, por fin, los efectos en el Cg. Sin duda alguna se han producido movimientos internos que han cambiado su estructura; claro, no es el mismo capital, ha ido cambiando en cada una de las agregaciones. Pero fijémonos en su autosuficiencia: las λ son igual a cero. Nunca debe nada a nadie, nunca reparte con nadie, no reconoce exterior alguno. Como la energía de la naturaleza, que ni se crea ni se destruye, por no haber lugar adonde ir, así en el dominio del capital nada se escapa fuera de sus fronteras. Sólo se permiten cambios en las posiciones internas. Mientras sea superior a cero, los problemas los sufren los capitales particulares, pero Herr Kapital sigue satisfecho. Lo suyo, como hemos dicho muchas veces, no es crecer mucho (aunque cuanto más mejor), ni siquiera crecer (que bien venido sea); lo suyo es reproducirse, mantener intacta su hegemonía. Y eso lo consigue mientras se cree plusvalor, se reparta éste como sea entre los asociados en esa feria de la redistribución. Ya lo sabemos, va en el concepto: el capital es valor que se valoriza; si no hay valorización, ya puede hacer piruetas; por mucho que lo pretenda no dejará de oír aquella música que ya tarareamos algún, sobre aquel cocodrilo que no pasó de caimán.

Y cerramos así esta entrega. No sé si lo he conseguido, pero he intentado ofreceros una lectura del Marx más amena de la que encontramos en el texto. Si lo dudáis, probadlo. Ah!, y si encontráis algún error de cálculo en los cuadritos, me lo decís. Soporto bien la crítica a esos errores. Si son conceptuales, los traéis otro día para discutirlos.


J.M.Bermudo (2016)


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[1] C., III, 198. (Como es habitual, citamos de la edición de P. Scaron en Siglo XXI).

[2] Cuando el preferentismo puro y duro, sin ontología, sin “fundamento” (sin “metafísica”, dicen) echa mano de la “utilidad”, aunque la rebauticen como “marginal”, ya están buscando algo un poco sólido y objetivo, o que pueda pasar por tal.

[3] C., III, 199.

[4] Para evitar confusiones por diferencias de las notaciones, tengamos en cuenta que Marx llama pv al plusvalor, a lo que nosotros venimos llamando p.

[5] C., III, 198-9

[6] Ibid., 199.

[7] Ibid., 200.

[8] Ibid., 200.