INTRODUCCIÓN
“Ce n'est pas assez, croyez-moi,
que la vertu soit
la base
de votre conduite, si vous n'établissez cette base
même sur un fondement
inébranlable.” (J-J.
Rousseau, La
Nouvelle Héloïse).
Todo Proyecto
Docente necesita una cierta justificación; del nuestro, por tratarse
de una disciplina filosófica, probablemente se espera al menos un
"plus" argumentativo, si no una completa fundamentación. El destino
de la Filosofía parece ser la justificación permanente. Tal que ni
siquiera nos
permitimos a nosotros mismos -pues hemos asumido la manera de ser de la
actividad filosófica- una solución que en otros ámbitos sería
razonable:
configurar un programa seleccionando unos contenidos del campo de
conocimiento
en cuestión y describir un método de trabajo, justificando ambas cosas,
los
criterios de selección y el método propuesto, en base a unos objetivos
explicitados, una situación académica e incluso social y una valoración
material y formal de la propuesta. Tal cosa, decimos, que parecería
razonable,
por ejemplo, en un proyecto docente de Física del Aire, resulta
impropio cuando
se trata de la Ética, al igual que lo sería si se tratara de Lógica o
de
Filosofía de la Cultura. Se espera de nosotros en situaciones como
éstas -o, al
menos, creemos que se espera de nosotros; e, incluso, pensamos que se
debe
esperar de nosotros-, algo más, tal vez mucho más.
Aunque
ya estamos lejos de aquella tentación, que nos dominaba y angustiaba en
los
primeros años de docencia universitaria, de decirlo todo en cada
ocasión, de
convertir cada clase o cada artículo en una prueba global de nuestro
saber;
aunque en nuestra experiencia docente hemos aprendido que lo realmente
difícil,
meritorio y eficaz es saber cortar la reflexión de modo que, siendo
parcial, e
incluso puntual, sea coherente, completa y compacta; a pesar de ello, y
siempre
fieles a estas experiencias acumuladas, intentaremos explicitar nuestra
concepción general de la Ética como campo de reflexión, de docencia y
de
investigación. Y aunque lo haremos en tanto que profesor, como requiere
la
ocasión, adoptando un tipo de discurso desapasionado, tolerante y
ecléctico
(condiciones a nuestro entender positivas para la tarea docente), no
silenciaremos la voz personal, que aparecerá como "componente de
significado ilocucionario", por usar la terminología de Bühler. Y lo
haremos así no sólo porque la "libertad de cátedra", sancionada por
la Ley, nos lo autoriza (y cuando la ley "autoriza" la libertad hay
que entender que pretende estimularla); sino porque creemos, con
Diderot, con
Scheler o con Sartre, que en Ética el neutralismo es una toma de
posición (y no
es la nuestra), y porque entendemos que la ocasión nos exige hacer
esfuerzos
por acercarnos a ese ideal de moralidad rousseauniana que Starovinsky
llama
"transparencia de las conciencias", o a esa "situación ideal de
diálogo" a la que se resigna la Ética de la mano de Apel y Habermas.
En
lugar de "exponer" nuestra concepción de la Ética, de su objeto y de
su método, de sus posibilidades teóricas y prácticas, como
justificación o
fundamentación del Programa docente que proponemos, nos limitaremos a
"mostrar" nuestra posición. La "exposición" exigiría lo que
Descartes llama la "manera de demostrar sintética o descendente", un
orden de razones más claro y fácil para el lector, pero menos rico y
productivo, según el criterio del filósofo francés, que compartimos. En
cambio,
mostrar el camino que hemos seguido, los obstáculos que hemos
encontrado, las
alternativas propuestas y desechadas, en fin, los resultados, nos
parece más
coherente con nuestra pretensión actual: no la de enseñar (exponer),
sino la de
enseñarnos (mostrarnos). Hemos preferido dejar ver nuestra posición en
Ética
en el plano de la investigación, poniendo en acto la reflexión ética,
en lugar
de decir nuestra idea de la misma en el plano de la exposición. Hemos
hecho uso de las ideas, en lugar de limitarnos a mencionarlas.
De
ahí que llevemos a cabo este proyecto replanteando los problemas
clásicos,
dialogando con las diversas soluciones, repensando con un cierto orden
-todo el
orden de que seamos capaces- ese conjunto de cuestiones que constituyen
la
topografía de nuestra disciplina, discutiendo con autores y con
teorías, en
fin, tomando posiciones ante ellos. Y lo haremos con la doble intención
de, por
un lado, someter al juicio del tribunal evaluador nuestra concepción de
la
materia y nuestra posición ante y desde ella; y, por otro, ofrecer las
bases
que proporcionen la necesaria coherencia a nuestra propuesta docente e
investigadora. No tenemos, pues, la intención de defender nuestra
propuesta
como la mejor de la Ética; sólo aspiramos a ofrecer las razones que nos
han
llevado a ella, la fuente de esas razones, el uso que hacemos de ellas,
y que
constituyen nuestros propios límites.
Hemos
estructuramos la fundamentación de nuestro Proyecto Docente y de
Investigación en varios bloques, cada uno de los cuales nos posibilita
e
impulsa al diálogo con problemas y autores que, en su conjunto,
constituyen la
topología de la Ética; y, tras la fundamentación, ofrecemos en síntesis
el
programa de docencia que nos parece adecuado y el de investigación que
llevamos
a cabo. La parte fundamentadora, que expresa nuestra concepción de los
problemas, es la que nos ha preocupado de forma especialmente intensa y
extensa. En parte, obviamente, porque aspira a desempeñar el papel de
justificación, fundamentación y defensa de la segunda; pero, también,
sin duda
alguna, porque responde a la lúcida frase de Julie, entrañable y
sensible
personaje de Rousseau, que hemos seleccionado como lema. Estamos
convencidos
con Julie de que, tratándose de moral, todo se juega en el fundamento.
Y la Ética es el esfuerzo humano por fundamentar la moral. Y si ésta se
tiene,
se siente, se vive, se pierde e incluso se sufre, aquella, la Ética, es
el gran
reto siempre planteado al hombre. Pues, con todo lo atractivo y
meritorio que
sea para el hombre ser moral, lo verdaderamente prometeico es la
voluntad de seguir buscando razones para serlo.
J.M.Bermudo