INTRODUCCIÓN
Todo Proyecto Docente y de Investigación necesita una cierta justificación; del nuestro, por tratarse de una disciplina filosófica, probablemente se espera un "plus" argumentativo, sino una completa fundamentación. El destino de la Filosofía parece ser la justificación permanente, tal que ni siquiera nos permitimos a nosotros mismos -pues hemos asumido la manera de ser de la actividad filosófica- una solución que en otros ámbitos sería razonable: configurar un programa seleccionando unos contenidos del campo de conocimiento en cuestión y describir un método de trabajo, justificando ambas cosas, los criterios de selección y el método propuesto, en base a unos objetivos explicitados, una situación académica e incluso social y una valoración material y formal de la propuesta. Tal cosa, decimos, que parecería razonable, por ejemplo, en un proyecto docente de Física del Aire o de Geometría Descriptiva, resulta impropio cuando se trata de la Filosofía Política, al igual que lo sería si se tratara de Ética, Antropología Filosófica o Filosofía de la Ciencia. Se espera de nosotros en situaciones como éstas -o, al menos, creemos que se espera de nosotros; e, incluso, pensamos que se debe esperar de nosotros-, algo más, tal vez mucho más.
Aunque ya estamos lejos de aquella tentación, que nos dominaba y angustiaba en los primeros años de docencia universitaria, de decirlo todo en cada ocasión, de convertir cada clase o cada artículo en una prueba global de nuestro saber; aunque en nuestra experiencia docente hemos aprendido que lo realmente difícil, meritorio y eficaz es saber cortar la reflexión de modo que, siendo parcial, e incluso puntual, sea coherente, completa y compacta; a pesar de ello, y siempre fieles a estas experiencias acumuladas, intentaremos explicitar nuestra concepción general de la Filosofía Política como campo de reflexión, de docencia y de investigación. Y aunque lo haremos en tanto que profesor, como requiere la ocasión, adoptando un tipo de discurso desapasionado, tolerante y ecléctico (condiciones a nuestro entender positivas para la tarea docente), no silenciaremos la voz personal, que aparecerá como "componente de significado ilocucionario", por usar la terminología de Bühler. Y lo haremos así no sólo porque la "libertad de cátedra", sancionada por la Ley, nos lo autoriza (y cuando la ley "autoriza" la libertad hay que entender que pretende estimularla); sino porque creemos, con Diderot, con Scheler, con Marx o con Sartre, que en ética y política el neutralismo es una toma de posición (y no es la nuestra), y porque entendemos que la ocasión nos exige hacer esfuerzos por acercarnos a ese ideal de moralidad rousseauniana que Starovinsky llama "transparencia de las conciencias", o a esa "situación ideal de diálogo" a la que se resigna la ética política de la mano de Apel y Habermas.
En lugar de "exponer" nuestra concepción de la Filosofía Política, de su objeto y de su método, de sus posibilidades teóricas y prácticas, como justificación o fundamentación del Programa docente que proponemos, nos limitaremos a "mostrar" nuestra posición. La "exposición" exigiría lo que Descartes llama la "manera de demostrar sintética o descendente", un orden de razones más claro y fácil para el lector, pero menos rico y productivo, según el criterio del filósofo francés, que compartimos. En cambio, "mostrar" el camino que hemos seguido, los obstáculos que hemos encontrado, las alternativas propuestas y desechadas, en fin, los resultados, nos parece más coherente con nuestra pretensión actual: no la de enseñar (exponer), sino la de enseñar-nos (mostrar-nos). Hemos preferido dejar ver nuestra posición filosófico-política en el plano de la investigación, poniendo en acto la reflexión y el análisis, en lugar de decir nuestra idea de la misma en el plano de la exposición. Hemos hecho uso de las ideas, en lugar de limitarnos a mencionarlas, por recordar la fecunda distinción de Frege. En rigor, nuestro "Proyecto Docente y de Investigación" es una "Memoria" de lo que hacemos, de lo que venimos haciendo, y de las razones que nos mueven a seguir en esa vía.
De ahí que llevemos a cabo este proyecto replanteando los problemas clásicos, dialogando con las diversas soluciones, repensando con un cierto orden -todo el orden de que seamos capaces- ese conjunto de cuestiones que constituyen la topografía de nuestra disciplina, discutiendo con autores y con teorías, en fin, tomando posiciones ante ellos. Y lo haremos con la doble intención de, por un lado, someter al juicio del tribunal evaluador nuestra concepción de la materia y nuestra posición ante y desde ella; y, por otro, ofrecer las bases que proporcionen la necesaria coherencia a nuestra propuesta docente e investigadora. No tenemos, pues, la intención de defender nuestra propuesta como la única o la mejor de cuantas pueden hacerse en la práctica de esta materia filosófica; sólo aspiramos a describirla como una opción razonable y justificable. Una opción que consideramos eminentemente filosófica (poniendo especial celo en huir de la tentación de la "Historia de las ideas"), fuertemente actual (aceptando críticamente los límites que la aventura filosófica negativa y el nihilismo práctico ponen hoy a la reflexión filosófica) y razonablemente comprometida (con todo el compromiso posible tras un post-escepticismo asumido).
Hemos estructurado la fundamentación de nuestro Proyecto Docente y de Investigación en tres partes. En la Parte I, partiendo de una reinterpretación del mito de la caverna apropiada para la filosofía política, hemos reflexionado sobre los diversos aspectos teóricos y prácticos de la disciplina; es la parte más teórica y personal, la que mejor define en positivo nuestra posición filosófica. En la Parte II hemos dialogado con las grandes propuestas filosófico-políticas, tanto las que definen la "comunidad cerrada" como las que teorizaron la "sociedad abierta"; esta parte, en el fondo, es el lugar en el que hemos forjado nuestras ideas. En fin, en la Parte III hemos abordado las diversas vías que pusieron fuera de juego la filosofía política en su concepción convencional, así como el panorama actual y las posibilidades razonables; los autores y teorías recogidos y comentados, sin pretensiones de exhaustividad programática, nos han servido de reto.
Digamos, en fin, que este Proyecto es una ajustada respuesta al Programa que proponemos; y que sus contenidos simplemente recogen y ordenan los cursos que a lo largo de los años de docencia hemos impartido. El orden y método del mismo, sin duda, están afectados por este origen. Hemos interpretado el Proyecto como una redescripción de nuestra actividad docente. En lugar de "definir" la filosofía política, su método o sus principios, hemos hablado de ellos. Hemos, en fin, adoptado la misma actitud que el Prof. Aranguren respecto a la Ética: "Se trata de aprehender el objeto de la Ética. Podríamos partir, como es usual, de una definición simplemente recibida. Nos parece más filosófico conquistar esa definición (...). Esta labor será lenta y habrá de ser cumplida paso a paso, porque son varios y muy diferentes entre sí esos otros saberes frente a los cuales la ética tiene que ser delimitada" [1].Ignoramos si hemos conseguido "conquistar" la definición; en todo caso, confiamos en haber conseguido nuestro verdadero objetivo de "definir", en el sentido de clarificar, nuestra posición filosófico-política.